Noviembre: espacios colaborativos de trabajo

Editorial

por Rocio Fuentes Castro

Desde el aula hasta los espacios profesionales, es común encontrarse con actividades que se sustentan en el trabajo con otros. Bajo la perspectiva de mi aporte a los aprendizajes con la elaboración de materiales educativos, he observado con admiración cómo se ha ido transformando mi rol, pasando de un trabajo estructurado y vertical, hacia ambientes colaborativos. No siempre tenemos conciencia de que “querer tener el control” no es más que una actitud que proviene del ego y de las inseguridades propias de las personas, lo que puede marcar negativamente el avance de los equipos hacia el establecimiento de confianzas.

Algunos de los modelos antiguos, referidos a estructuras profesionales verticales, con muchos cargos intermedios y con la idea de “operarios” en vez de “colaboradores”, ha dirigido a las instituciones hacia contextos individualistas y competitivos, en los cuales suelen primar aspectos que no se relacionan con las competencias profesionales y dejan a la “meritocracia” en las sombras.

Actualmente, y con los cambios y transformaciones que vive nuestra sociedad, nos hemos ido orientando hacia el camino de escuchar y respetar la opinión de los demás, lo que nos hace protagonistas y responsables de generar instancias colaborativas y de crecimiento profesional, con la seguridad y la convicción de que podemos ser un aporte real en diferentes contextos. Dichos aportes se potencian cuando se suman con los de los otros miembros del equipo.

Desde mi labor como profesional de CIDSTEM, he vivido el camino hacia un enfoque colaborativo, que ha permitido ir construyendo un equipo robusto y con ganas de mostrar un logro común, para el cual todas y todos estamos entregando lo mejor en términos de habilidades, conocimientos y actitudes, en beneficio de mejorar los aprendizajes en ciencias de nuestros niños, niñas y jóvenes.