Enero: recomenzar
Editorial
por Corina González
Hace unas semanas, la revista TIME declaraba el año 2020 como “el peor año de la historia”… al menos para la mayoría de la población que actualmente habita nuestro planeta. Sin duda, el 2020 fue un año difícil. No obstante, como toda situación difícil, también nos ha hecho cuestionarnos profundamente el cómo vivimos y cuáles son las cosas realmente importantes en la vida. El 2020 nos pasó por encima como un recordatorio de que, independiente de lo que creamos, somos vulnerables. También nos recuerda que hacer desaparecer los hábitats de las especies con las que cohabitamos la Tierra, tiene un costo, y lo seguirá teniendo los próximos años. Este 2020 desafió nuestros hábitos de consumo, y nos hizo darnos cuenta de que podíamos vivir con mucho menos de lo que pensábamos. Minimizó lo superficial, y maximizó lo humano… nos hizo darnos cuenta del valor del contacto con otros/as, de la sonrisa en vivo, del abrazo apretado. Este año que dejamos atrás, también evidenció la brutal inequidad del modelo de sociedad en que estamos inmersos… y probablemente, hizo aumentar la brecha.
El 2020 también desafió la Escuela, y nos desafió particularmente como educadores. Nos puso en el escenario de enseñar de una manera que no estábamos acostumbrados. Así fue que en marzo vimos a muchos profesores y profesoras angustiados por no saber cómo hacer, y que, en respuesta del mínimo apoyo recibido, empezaron a compartir y aprender entre colegas. Visualizamos cómo los y las docentes se fueron empoderando, construyendo un lenguaje común. Se fueron preguntando qué era lo realmente importante de aprender para sus estudiantes, qué les interesaba. Se dieron cuenta de que era significativo generar oportunidades de aprendizaje interdisciplinarias. Muchos docentes cayeron en cuenta de que el conocimiento de cómo afrontar esta situación, estaba en ellos mismos, y en sus colegas. Hacia finales de año, una profesora señalaba: “no podemos dejar que nuestras clases vuelvan a ser cómo eran antes”. En la emergencia de hacer que sus estudiantes se motivaran, profesores y profesoras se esforzaron en contextualizar su enseñanza. Se trabajó en torno a problemas, se involucró a las familias, se dio apoyo emocional. Al igual que los trabajadores de la salud, los y las docentes, estuvieron en la primera línea. Se reinventaron, trabajaron el doble de lo normal, o el triple, porque además tuvieron que atender durante el día a sus propias familias.
Este 2020 también nos ha permitido resignificar el valor de la ciencia y su enseñanza. El comprender la ciencia nos permite tomar decisiones adecuadas, que pueden salvar nuestras vidas y la de los demás (como usar mascarilla, mantener la distancia, vacunarnos). Y valorarla nos permitiría comprender la relevancia de invertir en ella y de promover el desarrollo científico y tecnológico, para no tener que depender de desarrollos extranjeros.
Quizás la revista TIME tenga razón, y el 2020 fue, para muchos, el peor año de la historia. Pero de seguro es un año que nos ha permitido renacer, resignificar, reconstruir, humanizar. Mis respetos y admiración a todos/as los/as docentes por el esfuerzo gigante de este año. Y que todos los aprendizajes generados en 2020, se conviertan en semillas, que germinen y florezcan el 2021.
Bienvenidos a 2021, el año en que podemos recomenzar.